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El Himnario - en peligro de extinción


El himnario es un excelente libro que ha alentado a muchos creyentes a través de los siglos, dando expresión a sus alabanzas, testimonios, acciones de gracias y esperanzas. Hay himnos que adoran y alaban al Señor, que testifican y proclaman el evangelio, que animan y consuelan al creyente, y otros que advierten y aconsejan. Israel tenía su himnario – el libro de los Salmos. En esos 150 preciosos poemas santos hallamos el lenguaje de la alabanza, el clamor y la intercesión. “Es bueno cantar salmos a nuestro Dios” (Sal. 147:1). Los hay para casi todas las situaciones de la vida. Efesios 5:19 y Colosenses 3:16 nos instruyen a hablar y cantar con gracia: “con salmos, con himnos y cánticos espirituales”. Santiago 5:13 dice: “¿Está alguno alegre? Cante alabanzas”. El salmista del Salmo 119 apreció los himnos bíblicos: “Cánticos fueron para mí tus estatutos en la casa en donde fui extranjero” (Sal. 119:54). Durante siglos no sólo la Biblia sino también el himnario ha sido compañero fiel de los creyentes. Hay quienes saben la melodía de todos los himnos en su himnario. Hermanos y hermanas fieles han acompañado su tiempo devocional – la lectura de la Palabra y la oración – leyendo y cantando algún himno. Tienen su himnario al lado de su Biblia, y la música y letra de los himnos llenan su corazón. Utilizan himnarios en las reuniones, para que todo hermano y hermana pueda leer y meditar la letra de los himnos. Los hermanos varones buscan himnos adecuados para la reunión – adoración, evangelio, oración, etc. William MacDonald solía citar estrofas de himnos en sus sermones, para ilustrar un punto de enseñanza – y muchos otros han hecho lo mismo.

Resulta que estamos criando una generación que no conoce el himnario y la gran riqueza que tiene. Después de la Biblia, por supuesto, poco hay como un buen himnario, con la esquina de una página doblada para marcar un himno favorito. Los himnos son mejores que los coritos de 7-11, siete palabras repetidas once veces. Hay una hermana en otro país que cada año en mi cumpleaños y aniversario de bodas me envía un himno copiado y recortado, para animarme. No perderá su recompensa. Tengo en mi despacho un himnario con 750 himnos. Al lado de mi Biblia tengo otro con más de 300 himnos, él que utilizamos en la asamblea. Esos quizás sean los dos principales, pero confieso que tengo otros – grandes y pequeños – cuyas poesías sagradas me acompañan como fieles amigos. La letra de muchos de ellos me estimula y me ayuda a adorar – porque dan expresión a lo que pienso y siento. Hay tantos y son tan excelentes, que me niego a empezar a poner ejemplos porque acabaría o poniendo todo el himnario o sintiéndome frustrado. Pero no te quedes pendiente de una pantalla y un “equipo de alabanza” que preselecciona y programa todo. Consigue tu propio ejemplar y comienza a conocer los himnos, poco a poco. Si lees uno cada día, en un año conocerás 365 himnos! Lee. Medita. Cántalos o leelos en voz alta (o baja) al Señor. Y ojalá que en tu asamblea haya himnarios suficientes para todos los hermanos, y que siempre sean utilizados en la reunión y en casa. ¡Que saques provecho de tu himnario en los años de tu peregrinación! Luego en el cielo habrá cánticos nuevos (Ap. 5:9; 14:3; 15:3), que cantaremos en cuerpos glorificados, con mejores voces y pureza de espíritu. Carlos Tomás Knott

“Mi corazón está dispuesto, oh Dios; Cantaré y entonaré salmos; ésta es mi gloria”. Sal. 108:1

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