El Buey, El Asno y El Yugo Desigual
Deuteronomio 22:10 manda: “No ararás con buey y con asno juntamente”. No se dijo sólo para los que cultivan el campo. Es un yugo desigual. El buey y el asno tienen tamaños distintos, pasos distintos, y ánimos distintos. En Job 1:14 leemos: “Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos”. El buey es buen trabajador, pero el asno, aunque tiene fuerza, es obstinado y perezoso. El yugo en el buey es sobre el cuello pero en el asno es sobre el hombro. Tiran de manera distinta. No debemos unirlos para hacer un trabajo, pues sólo traerá problemas. Si alguno piensa que no se aplica porque es el Antiguo Testamento, o porque sólo habla de animales, he aquí, 2 Corintios 6:14-16 también prohibe el yugo desigual. Los judíos vueltos del cautiverio y aun los sacerdotes violaron esto en tiempo de Malaquías. “Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación; porque Judá ha profanado el santuario de Jehová que él amó, y se casó con hija de dios extraño. Jehová cortará de las tiendas de Jacob al hombre que hiciere esto...” (Mal. 2:11-12). El yugo desigual está tajantemente prohibido desde el principio de la nación, como vemos en Éxodo 34:15-16 y Deuteronomio 7:3-4. Las consecuencias siempre fueron graves, pero no habían aprendido. En tiempos de Esdras y Nehemías violaron la ley (Esd. 9:1-2; Neh. 13:23-26). En días de Malaquías la infidelidad y desobediencia del pueblo trajo más castigo y cuatrocientos años de silencio de parte de Dios. El yugo significa compañerismo, comunión, concordia, parte y acuerdo. Cuando uno se une a otro, se hace miembro de un grupo, una asociación, un partido, consejo, sociedad, etc. para realizar algo, eso es un yugo. El matrimonio mixto solo es uno de los yugos desiguales, quizás el más común, pero no el único. Parece que cada generación piensa que puede violar la ley del yugo desigual y quedar impune, pero nunca es así. Como vemos en 2 Corintios 6, todo yugo de este tipo está prohibido también en el Nuevo Testamento, en la edad de la gracia y la iglesia. Observa que no hay medias tintas o escalas de gris. No hay terreno de intermedio, y esto debe hacernos comprender la gravedad de todo yugo desigual. Es ofensivo a Dios y dañino a nosotros. Por eso debemos practicar la separación, aunque no sea popular, aunque presenten mil argumentos lógicos en su contra. Recordemos la bendición del Salmo 1:1. Leamos detenidamente 2 Corintios 6:14-16 y reflexionemos. ¿Cuál es la desigualdad en la unión? El Espíritu Santo señala cinco. 1. La justicia y la injusticia. El Señor no está en la injusticia ni en la desobediencia. Los injustos no heredarán el reino de Dios (1 Co. 6:9). El Señor reserva a los injustos para ser castigados en el día del juicio (2 P. 2:9). El hombre natural no practica la justicia, ni puede. El creyente ha sido hecho justicia de Dios en Cristo (2 Co. 5:21). No entremos en ningún yugo con los injustos ni con nada que haga o tolere la injusticia. No hay compañerismo entre los dos. No tienen el mismo propósito. Entonces, “¿andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo?” (Am. 3:3). 2. La luz y las tinieblas. Jesucristo es la luz del mundo (Jn. 8:12). Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en Él (1 Jn. 1:5). No admite mezclas, ni pequeñas cantidades de tinieblas. La luz indica la santidad, gloria y justicia de Dios. “Y ésta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Jn. 3:19-21). El creyente ama la luz de Dios. “Lámpara es a mís pies tu palabra” (Sal. 119:105). El inconverso no quiere esa luz. De ahí la desigualdad. No hay comunión – armonía, un mismo sentir, una participación disfrutada e incluso emocionalmente agradable. En lugar de comunión, hay tensión y conflicto. 3. Cristo y Belial (Satanás). Estos dos nunca se pondrán de acuerdo. Son amores exclusivos. Mateo 6:24 declara que “ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro”. El precepto va mucho más allá que el asunto de las riquezas. El Señor es el Salvador, y el diablo es el destructor. Cristo es el amigo de pecadores. Satanás es el enemigo. El diablo manipula el mundo y los pecadores con sus planes y propósitos para dominio mundial, política, económica y religiosamente. Cristo nos manda predicar el evangelio a toda criatura. No hay concordia entre los dos. No hay sinfonía. No tienen los mismos planes, la misma motivación ni la misma dirección. El que es de Cristo ama a Cristo, Su Palabra, sus hermanos y aun a los incrédulos. El que es de su padre el diablo (Jn. 8:44) ama al mundo y las cosas del mundo (1 Jn. 2:15-17). Se ama a sí mismo, y también ama el dinero y los placeres (2 Ti. 3:2, 4). Es una unión no sólo prohibida sino maldita, conflictiva y triste. 4. El creyente y el incrédulo. Uno cree a Dios, y el otro no le cree aunque quizás crea “en” Dios. El creyente es motivado por fe y amor. El incrédulo es motivado por cualquier otra cosa. El creyente, siendo justificado por Dios, vivirá por fe (He. 10:38). Quiere obedecer a Dios. Su delicia está en la Palabra de Dios (Sal. 1:2). El incrédulo tiene el entendimiento cegado por el dios de este siglo (2 Co. 4:4). Es un hombre natural que no percibe ni entiende las cosas del Espíritu (1 Co. 2:14). Nada le es puro (Tit. 1:15). Hay gran desigualdad, porque el creyente no tiene parte con el incrédulo. Eso es, no hay participación en lo mismo. Dios ha hecho al creyente apto para participar de la herencia de los santos en luz. Nada de eso hay para el incrédulo. Viven en esferas distintas con rumbo distinto y gustos distintos. Un yugo entre estos dos traería desdicha y confusión, no bendición. 5. El templo de Dios y los ídolos. El cuerpo del creyente es templo de Dios (1 Co. 6:19). La iglesia es templo de Dios (1 Co. 3:16-17). Como tal, los dos son santos, no profanos. Deben ser protegidos, guardados sin mancha y dedicados a servir a Dios. Él debe ser honrado en Su templo. Los ídolos nada tienen que ver con esto. No glorifican a Dios, sino violan Su ley. Él los aborrece. Son mentira (Is. 44:20). Son vanidades (Hch. 14:15). No pueden utilizarse para acercarse a Dios, conocerle o agradarle. No hay acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos. No tienen el mismo pensamiento. “Acuerdo” es la palabra traducida “consentido” en Lucas 23:51. José de Arimatea no había consentido. No había acuerdo entre él y los demás. Nuevamente nos acordamos de Amos 3:3, “¿Andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo?” Con estos cinco desigualdades Dios nos da suficiente enseñanza para guiarnos en muchas decisiones. Él no tiene que publicar una lista exhaustiva especificando como abogado exactamente toda relación o actividad prohibida. Hermano, si dices que puedes hacer algo si Dios no lo prohibe explícitamente, te equivocas y no has entendido. El consejo bíblico es: “No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti” (Sal. 32:9). ¿Sólo harás lo que Dios te obliga con cabestro o freno? “Amplio sobremanera es tu mandamiento” (Sal. 119:96). Si crees que puedes entrar en yugo desigual en tu caso, como excepción, porque quieres usarlo para hacer bien, te equivocas. La única excepción que Dios da es el caso de personas convertidas después de casadas, cuando uno en la pareja se convierte y el otro no, y por eso de repente el creyente se halla en el yugo desigual de estar casado con un incrédulo. 1 Corintios 7:10-14 indica que no debe separarse de su conyuge. Otra cosa es que uno, llamándose creyente, quiera unirse en yugo desigual. Esto es lo que Dios prohibe. Sabiendo la voluntad de Dios al respecto, debemos aplicar lo de 2 Corintios 6:14-16 a toda área de nuestra vida. En los versículos 17, 18 y 7:1 vemos cuán amplia es la aplicación. “Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. Estas son verdades amplias y suficientes para aplicación a toda faceta y actividad de nuestra vida. Bueno sería meditarlas y aplicarlas.
· Salid de en medio de ellos
· Apartaos
· No toquéis lo inmundo.
· Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu
· Perfeccionando la santidad
· En el temor de Dios
No cometamos el error de los judíos en tiempos de Malaquías, ni en matrimonios desiguales ni en otra clase de unión con los incrédulos. Las consecuencias fueron graves para ellos, y puesto que tenemos más luz y privilegio, serán más graves para nosotros. Que el Señor nos halle creyentes y obedientes a Su Palabra, por amor a Él, para Su honor y gloria.